miércoles, 10 de enero de 2018

Relatos 34: Al circo


Nos fuimos al circo (Anónimo).
En cierta ocasión, cuando yo era adolescente, hacía fila con mi padre para comprar entradas para el circo. Al final, sólo quedaba una familia entre la ventanilla y nosotros. Esta familia me impresionó mucho.
Eran ocho chicos, todos probablemente menores de 12 años. Se veía que no tenían mucho dinero. La ropa que llevaban no era cara, pero, eso sí, estaban limpios. Y parecían estar bien educados: todos hacían bien la fila, detrás de los padres, de dos en dos, tomados de la mano.
Hablaban con excitación de los payasos, los elefantes y otros números que verían esa noche. Se notaba que nunca antes habían ido al circo.
Prometía ser un hecho sobresaliente en su vida. El padre y la madre estaban al frente del grupo, de pie, orgullosos. La madre, de la mano de su marido, lo miraba como diciendo:
—Eres mi caballero de brillante armadura.
Él sonreía, mirándola como si respondiera:
—Tienes razón.
La empleada de la ventanilla preguntó al hombre cuántas entradas quería. Él respondió con orgullo:
—Por favor, deme ocho entradas para menores y dos de adulto.
La empleada le indicó el precio. La mujer soltó la mano de su marido, ladeó su cabeza, mientras que el labio del hombre empezó a torcerse. Éste se acercó un poco más y preguntó de nuevo:
—¿Cuánto dijo?
La empleada volvió a repetirle el precio.
¿Cómo iba a darse la vuelta y decir a sus ocho hijos que no tenía suficiente dinero para llevarlos al circo?
Viendo lo que pasaba, papá puso la mano en el bolsillo, sacó un billete de 20 dólares y lo tiró al suelo. Nosotros no éramos ricos en lo absoluto.
Mi padre se agachó, recogió el billete, palmeó al hombre en el hombro y le dijo:
—Disculpe, señor, se le cayó esto del bolsillo.
El hombre se dio cuenta de lo que pasaba. No había pedido limosna, pero sin duda apreciaba la ayuda en aquella situación desesperada, angustiosa e incómoda.
Miró a mi padre directamente a los ojos, con sus dos manos le tomó la suya, apretó el billete de 20 dólares y con labios trémulos y una lágrima rodándole por la mejilla, musitó:
—¡Gracias, gracias, señor! No sabe lo que esto significa para mí y mi familia, Dios se lo pague.
Papá y yo volvimos a nuestro auto y regresamos a casa.
Esa noche no fuimos al circo, pero no nos fuimos sin nada. Regresamos con una extraordinaria vivencia que caló hondo en nuestro interior.
Siempre hay oportunidad para hacer la diferencia en la vida de los demás. Un solo detalle puede crear momentos mágicos. Hoy es el día para sorprender a alguien. Estoy seguro de que te quedarás con mucho más de lo que des.
Dios te bendiga.
Texto: https://www.facebook.com/parroquiaweb/
Imagen: www.infocirco.com/noticia.php?id=7588

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