Un día caluroso iba el gran maestro Shankaracharya caminando por un sendero polvoriento, seguido de cerca por sus discípulos. Tanto él como sus discípulos estaban extraordinariamente sedientos. "¿Dónde puedo encontrar algo de beber? ¡Tengo tanta sed, que no me importa lo que sea!" No obstante, no podían encontrar ninguna bebida para él. Tras caminar un rato, se encontró con un hombre que iba en dirección contraria. Le preguntó: "¿Tienes algo de beber?" "No, nada, salvo un poco de licor", respondió el caminante. "Está bien, no me importa. Dámelo; estoy demasiado sediento como para hacerle ascos", dijo mientras, ante el asombro de todos, ingería parte de la bebida alcohólica. En cuento vieron al guru actuar así, los discípulos le pidieron al caminante algo de licor también. Shankaracharya se volvió atrás en silencio y miró lo que estaba haciendo sus discípulos. Tan pronto hubieron bebido todos, reanudaron el camino y llegaron pronto a una ciudad al borde de la carretera.
Shankaracharya se encaminó de inmediato al taller del herrero. Sobre un horno encendido había un crisol conteniendo hierro fundido. El guru se dirigió al herrero y le formuló la misma petición que al hombre que iba por el camino. No obstante, antes de que pudiese darle agu, tomó el crisol al rojo lleno de hierro fundido y bebió parte del contenido. Todos le miraron absolutamente atónitos. Entonces se volvió hacia sus discípulos y les ofreció el crisol. "¿No queríais beber? Pues bebed esto". Todos ellos se apresuraron a responder: "No podemos tragarnos eso; nos abrasaría las entrañas". "Ah, respondió Shankaracharya, pero antes yo bebí un poco de licor, y decidisteis que podíais beberlo vosotros también. Los discípulos no pueden hacer los mismo que su maestro. Aunque parezca que sí, no pueden".
Imágenes: http://www.sringeri.net/wp-content/uploads/2009/08/shankaracharya_new.jpg
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Texto del libro Moderno manual de yoga de Vijay Hassin
Quiero Aprender Yoga
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