miércoles, 26 de septiembre de 2012

Relatos 4: El genio voraz


Un joven pobre vivía al lado de una playa. Todos los días caminaba para recoger su ración diaria de madera para el fuego. Cierto día, según iba caminando, se encontró con un hombre santo. Le contó la mísera vida que llevaba y le preguntó si conocía algún método para mejorar su situación. El hombre santo le respondió que poseía una lámpara mágica en cuyo interior se albergaba un genio que satisfacía todos los deseos. El único problema era que si al joven se le agotaban los deseos, el genio le devoraría. El joven le dijo que no habría problema, pues como era tan pobre podría mantener al genio constantemente ocupado. Se despidieron, advirtiéndole el hombre santo que, si se encontraba en dificultades, le llamase repitiendo su nombre tres veces. El joven prometió que así lo haría, y el hombre santo pareció desvanecerse en el aire. 
El muchacho estaba naturalmente muy ilusionado, y comenzó a frotar la lámpara. Apareció el genio de inmediato:
-¿Qué deseas? -refunfuñó.
-Quiero, quiero...-el joven estaba tan emocionado que tartamudeaba.
-¡Rápido! -gruñó el genio- o te devoraré
-¡Quiero un palacio!
-Ya está -respondió el genio señalando un maravilloso palacio de mármol.
-Quiero ropas nuevas -dijo el joven, y se encontró de inmediato con nuevos y lujosos atavíos
-Quiero dinero, montones de dinero
-Ya está
-Criados, comida, mujeres
-Ya está
-Quiero tener mucho poder -dijo el joven
-Ya está, eres más poderoso que ninguna otra persona en el mundo
Al muchacho no se le ocurría nada más
-Rápido -rugió el genio- no he comido en cien años
-Quiero, quiero...
Al joven se le había quedado totalmente la mente en blanco. Al verlo, el genio avanzó hacia él, con las fauces abiertas y chorreantes. El muchacho estaba petrificado por el terror, ni tan siquiera podía recordar el nombre del hombre santo. Echó a correr, pero se cayó, y entonces lo recordó. Al repetirlo tres veces, el hombre santo se le reapareció, justo en el momento oportuno, pues el genio le estaba pisando los talones.
-¿Qué ha pasado? -le preguntó el hombre santo
-No fui capaz de mantenerlo suficientemente ocupado, señor.
-Bien, eso es lo que pensaba -respondió el hombre santo, y echándose mano a la barba, se arrancó uno de los pelos más rizados de la misma- Dale esto y pídele que lo estire -le dijo el sabio.
El joven hizo lo que se le indicaba, y el genio cogió el pelo lleno de arrogancia. Primero se humedeció los dedos índice y pulgar, y luego, mirando fijamente el cabello, intentó estirarlo. Pero por mucho que se esforzaba, volvía siempre a curvarse.
-Ahora -dijo el sabio- siempre que lo necesites, llámalo y quítale el pelo. Cuando no lo necesites más, vuelve a dárselo.

Moraleja: La mente es como un genio dispuesto a devorarnos si no le damos tareas que cumplir. Un mantra cumple la función del pelo rizado. Cuando necesites tu mente ponla a trabajar en la tarea en cuestión, cuando no, dale un mantra.

Texto del libro Moderno manual de yoga de Vijay Hassin
Quiero Aprender Yoga


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